Éstos estuvieron asentados en la región desde mediados del 300 y, una vez consolidado su poder, establecieron la capital en Cacaxtla. Durante su apogeo se dio una dispersión de los habitantes, que se repartieron en 200 aldeas aproximadamente. Con esta división territorial surgieron los cacicazgos como forma típica de organización política regional, lo que supone la existencia de varios gobernantes con derecho de mando similar. Dicha polarización del poder derivó seguramente en conflictos internos, hecho que se advierte en la aparición de fortificaciones. El creciente militarismo institucionalizó la figura del guerrero, quien debió de adquirir una preeminencia social definitiva, como reflejan las pinturas murales en la ciudad. Las pinturas dejan entrever que la finalidad de la guerra era la de obtener el mayor número de prisioneros a sacrificar, análogamente a lo que sucedió durante la última fase de la civilización maya.
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