La importancia de Cacaxtla reside en sus magníficas y numerosas pinturas murales realizadas entre el 750 y el 850 por unos artistas que combinaban técnicas mayas y teotihuacanas y donde la figura humana ocupa un lugar central. La técnica utilizada fue el fresco mediante pigmentos de colores (azul, amarillo, rojo, blanco y negro). El ciclo de frescos más completo está dividido en dos partes por la escalinata del palacio del que formaba la rica ornamentación, y refleja escenas bélicas. Los guerreros, tanto vencedores como prisioneros, van suntuosamente vestidos y todos ellos están representados a tamaño casi natural. También hay escenas de carácter mitológico (hombre-pájaro y hombre-jaguar).
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